1. Lo que percibimos como mundo son las emanaciones del Águila.
Don Juan me explicó que el mundo que percibimos no tiene existencia
trascendental. Como estamos familiarizados con él creemos que
lo que percibimos es un mundo de objetos que existen tal como los
percibimos, cuando en realidad no hay un mundo de objetos, sino,
más bien, un universo de emanaciones del Águila.
Esas emanaciones representan la única realidad inmutable. Es
una realidad que abarca todo lo que existe, lo perceptible y lo
imperceptible, lo conocible y lo inconocible.
Los videntes que ven
las emanaciones del Águila las llaman
mandatos a causa de su fuerza apremiante. Todas las criaturas
vivientes son apremiadas a usar las emanaciones, y las usan sin
llegar a saber lo que son. El hombre común y corriente las
interpreta como la realidad. Y los videntes que ven
las emanaciones las interpretan como la regla.
A pesar de que los videntes ven
las emanaciones, no tienen manera de
saber qué es lo que están viendo.
En vez de enderezarse con conjeturas
superfluas, los videntes se ocupan en la especulación funcional de
cómo se pueden interpretar los mandatos del Águila. Don Juan
sostenía que intuir una realidad que trasciende el mundo que
percibimos se queda en el nivel de las conjeturas; no le basta a un
guerrero conjeturar que los mandatos del Águila son percibidos
instantáneamente por todas las criaturas que viven en la tierra, y
que ninguna de ellas los perciben de la misma manera. Los guerreros
deben tratar de presenciar el flujo de emanaciones y "ver"
la manera como el hombre y otros seres vivientes lo usan para
construir su mundo perceptible.
Cuando propuse utilizar la palabra "descripción"
en vez de emanaciones del Águila, don Juan me aclaró que no estaba
haciendo una metáfora. Dijo que la palabra descripción connota un
acuerdo humano, y que lo que percibimos emerge de un mandato en
el que no cuentan los acuerdos humanos.
2. La atención es lo que nos hace percibir
las emanaciones del Águila como el acto de "desnatar"
Don Juan decía que la percepción es una facultad
física que cultivan las criaturas vivientes; el resultado final de
este cultivo en los seres humanos es conocido, entre los videntes,
como "atención". Don Juan describió la atención como el
acto de enganchar y canalizar la percepción. Dijo que ese acto
es nuestra hazaña más singular, que cubre toda la gama de
alternativas y posibilidades humanas. Don Juan estableció una
distinción precisa entre alternativas y posibilidades. Alternativas
humanas son las que estamos capacitados para escoger como personas
que funcionan dentro del medio social. Nuestro panorama de este
dominio es muy limitado. Posibilidades humanas resultan ser
aquellas que estamos capacitados para lograr como seres
luminosos.
Don Juan me reveló un esquema clasificatorio de
tres tipos de atención, enfatizando que llamarlos "tipos"
era erróneo. De hecho, se trata de tres niveles
de conocimiento: la primera, la segunda
y la tercera atención; cada una de ellas es un dominio
independiente, completo en sí.
Para un guerrero que se halla en las fases iniciales de su
aprendizaje, la primera atención es la más importante de las tres.
Don Juan decía que sus proposiciones explicatorias eran intentos de
traer al primer plano el modo como funciona la primera atención,
algo que es totalmente desapercibido por nosotros. Consideraba
imperativo que los guerreros comprendieran la naturaleza de la
primera atención si es que iban a aventurarse en las otras dos.
Me explicó que a la primera atención se le ha enseñado a moverse
instantáneamente a través de todo un espectro de las emanaciones
del Águila, sin poner el menor énfasis evidente en ello, a fin de
alcanzar "unidades perceptuales" que todos nosotros hemos
aprendido que son perceptibles. Los videntes llaman "desnatar"
a esta hazaña de la primera atención, porque implica la capacidad
de suprimir las emanaciones superfluas y seleccionar cuáles de ellas
se deben enfatizar.
Don Juan explicó este proceso tomando como ejemplo la montaña
que veíamos en ese momento. Sostuvo que mi primera atención, al
momento de ver la montaña, había desnatado una infinita
cantidad de emanaciones para obtener un milagro de percepción; un
desnate que todos los seres humanos conocen porque cada uno de ellos
lo ha logrado alcanzar por sí mismo.
Los videntes dicen que todo aquello que la primera atención
suprime para obtener un desnate, ya no puede ser recuperado por
la primera atención bajo ninguna condición. Una vez que aprendemos
a percibir en términos de desnates, nuestros sentidos ya no
registran las emanaciones superfluas. Para dilucidar este punto me
dio el ejemplo del desnate "cuerpo humano". Dijo que
nuestra primera atención está totalmente inconsciente de las
emanaciones que componen el luminoso cascarón externo del cuerpo
físico. Nuestro capullo oval no está sujeto a la percepción;
se han rechazado las emanaciones que lo harían perceptible en favor
de las que permiten a la primera atención percibir el cuerpo físico
tal como lo conocemos.
Por tanto, la meta perceptual que tienen que lograr los niños
mientras maduran, consiste en aprender a aislar las emanaciones
apropiadas con el fin de canalizar su percepción caótica y
transformarla en la primera atención; al hacerlo, aprenden a
construir desnates. Todos los seres humanos maduros que rodean a los
niños les enseñan a desnatar. Tarde o temprano los niños aprenden
a controlar su primera atención a fin de percibir los desnates en
términos semejantes a los de sus maestros.
Don Juan nunca dejó de maravillarse con la capacidad de los seres
humanos de impartir orden al caos de la percepción. Sostenía que
cada uno de nosotros, por sus propios méritos, es un mago magistral
y que nuestra magia consiste en imbuir de realidad los desnates que
nuestra primera atención ha aprendido a construir. El hecho de que
percibimos en términos de desnates es el mandato del Águila,
pero percibir los mandatos como objetos es nuestro poder, nuestro don
mágico. Nuestra falacia, por otra parte, es que siempre
acabamos siendo unilaterales al olvidar que los desnates sólo son
reales en el sentido de que los percibimos como reales, debido al
poder que tenemos para hacerlo. Don Juan llamaba a esto un error de
juicio que destruye la riqueza de nuestros misteriosos orígenes.
3. A los desnates les da sentido el primer anillo de poder.
Don Juan decía que el primer anillo de poder es la fuerza que
sale de las emanaciones del Águila para afectar exclusivamente
a nuestra primera atención. Explicó que se le ha representado
como un "anillo" a causa de su dinamismo, de su movimiento
ininterrumpido. Se le ha llamado anillo "de poder"
debido, primero, a su carácter compulsivo, y, segundo, a causa de su
capacidad única de detener sus obras, de cambiarlas o de
revertir su dirección.
El carácter compulsivo se muestra mejor en el hecho de que no sólo
apremia a la primera atención a construir y perpetuar desnates, sino
que exige un consenso de todos los participantes. A todos nosotros se
nos exige un completo acuerdo sobre la fiel reproducción de
desnates, pues la conformidad al primer anillo de poder tiene que ser
total.
Precisamente esa conformidad es la que nos da la certeza de que los
desnates son objetos que existen como tales, independientemente
de nuestra percepción. Además, lo compulsivo del primer anillo
de poder no cesa después del acuerdo inicial, sino que exige
que continuamente renovemos el acuerdo. Toda la vida tenemos que
operar como si, por ejemplo, cada uno de nuestros desnates
fueran perceptualmente los primeros para cada ser humano, a pesar de
lenguajes y de culturas, Don Juan concedía que aunque todo eso es
demasiado serio para tomarlo en broma, el carácter apremiante
del primer anillo de poder es tan intenso que nos fuerza a creer que
si la "montaña" pudiera tener una conciencia propia, ésta
se consideraría como el desnate que hemos aprendido a construir.
La característica más valiosa que el primer anillo de poder
tiene para los guerreros es la singular capacidad de interrumpir
su flujo de energía, o de suspenderlo del todo. Don Juan decía que
ésta es una capacidad latente que existe en todos nosotros como
unidad de apoyo. En nuestro estrecho mundo de desnates no hay
necesidad de usarla. Puesto que estamos tan eficientemente
amortiguados y escudados por la red de la primera atención, no nos
damos cuenta, ni siquiera vagamente, de que tenemos recursos
escondidos. Sin embargo, si se nos presentara otra alternativa para
elegir, como es la opción del guerrero de utilizar la segunda
atención, la capacidad latente del primer anillo de poder
podría empezar a funcionar y podría usarse con resultados
espectaculares.
Don Juan subraya que la mayor hazaña de los
brujos es el proceso de activar esa capacidad latente; él lo llamaba
bloquear el intento del
primer anillo de poder. Me explicó que las emanaciones del Águila,
que ya han sido aisladas por la primera atención para construir el
mundo de todos los días, ejerce una presión inquebrantable en la
primera atención. Para que esta presión detenga su actividad, el
intento tiene
que ser desalojado. Los videntes llaman a esto una obstrucción o una
interrupción del primer anillo de poder.
4. El intento es la fuerza que mueve al primer anillo de poder.
Don Juan me explicó que el intento
no se refiere a tener una intención, o
desear una cosa u otra, sino más bien se trata de una fuerza
imponderable que nos hace comportarnos de maneras que pueden
describirse como intención, deseo, volición, etcétera. Don
Juan no lo presentaba como una condición de ser, proveniente de uno
mismo, tal como es un hábito producido por la socialización, o una
reacción biológica, sino más bien lo representaba como una fuerza
privada, íntima, que poseemos y usamos individualmente como una
llave que hace que el primer anillo de poder se mueva de maneras
aceptables. El intento es
lo que dirige a la primera atención para que ésta se concentre en
las emanaciones del Águila dentro de un cierto marco. Y el intento
también es lo que ordena al primer anillo de poder a obstruir o
interrumpir su flujo de energía.
Don Juan me sugirió que concibiera el intento como una fuerza
invisible que existe en el universo, sin recibirse a si misma, pero
que aun así afecta a todo: fuerza que crea y que mantiene los
desnates.
Aseveró que los desnates tienen que recrearse incesantemente
para estar imbuidos de continuidad. A fin de recrearlos cada vez con
el frescor que necesitan para construir un mundo viviente, tenemos
que intentarlos cada vez que los construimos. Por ejemplo,
tenemos que intentar la "montaña" con todas sus
complejidades para que el desnate se materialice completo. Don Juan
decía que para un espectador, que se comporta exclusivamente con
base en la primera atención sin la intervención del intento, la
"montaña" aparecería como un desnate enteramente
distinto. Podría aparecer como el desnate "forma
geométrica" o "mancha amorfa de coloración". Para
que el desnate montaña se complete, el espectador debe intentarlo,
ya sea involuntariamente a través de la fuerza apremiante del primer
anillo de poder, o premeditadamente, a través del entrenamiento del
guerrero.
Don Juan me señaló las tres maneras como nos llega el intento.
La más predominante es conocida por los videntes como "el
intento del primer anillo de poder". Este es un intento ciego
que nos llega por una casualidad. Es como si estuviéramos en su
camino, o como si el intento se pusiera en el nuestro.
Inevitablemente nos descubrimos atrapados en sus mallas sin tener ni
el menor control de lo que nos está sucediendo.
La segunda manera es cuando el intento nos llega por su propia
cuenta. Esto requiere un considerable grado de propósito, un
sentido de determinación por parte nuestra. Sólo en nuestra
capacidad de guerreros podemos colocarnos voluntariamente en el
camino del intento; lo convocamos, por así decirlo. Don Juan me
explicó que su insistencia por ser un guerrero impecable no era nada
más que un esfuerzo por dejar que el intento supiera que él se está
poniendo en su camino.
Don Juan decía que los guerreros llaman "poder" a este
fenómeno. Así es que cuando hablan de tener poder personal, se
refieren al intento que les llega voluntariamente. El resultado, me
decía, puede describirse como la facilidad de encontrar nuevas
soluciones, o la facilidad de afectar a la gente o a los
acontecimientos. Es como si otras posibilidades, desconocidas
previamente por el guerrero, de súbito se volviesen aparentes.
De esta manera, un guerrero impecable nunca planea nada por
adelantado, pero sus actos son tan decisivos que parece como si el
guerrero hubiera calculado de antemano cada faceta de su actividad.
La tercera manera como encontramos al intento
es la más rara y compleja de las tres;
ocurre cuando el intento nos
permite armonizar con él. Don Juan describía éste estado como el
verdadero momento de poder: la culminación de los esfuerzos de toda
una vida en busca de la impecabilidad. Sólo los guerreros
supremos lo obtienen, y en tanto se encuentran en ese estado, el
intento se
deja manejar por ellos a voluntad. Es como si el intento
se hubiera fundido en esos guerreros,
y al hacerlo los transforma en una fuerza pura, sin preconcepciones.
Los videntes llaman a este estado el "intento del segundo
anillo de poder", o "voluntad".
5. El primer anillo de poder puede ser detenido mediante un
bloqueo funcional de la capacidad de armar desnates.
Don Juan decía que la función de los no-haceres
es crear una obstrucción en el enfoque
habitual de nuestra primera atención. Los no-haceres
son; en este sentido, maniobras
destinadas a preparar la primera atención para el bloqueo
funcional del primer anillo de poder o, en otras palabras, para
la interrupción del intento.
Don Juan me explicó que este bloqueo funcional,
que es el único método de utilizar sistemáticamente la capacidad
latente del primer anillo de poder, representa una interrupción
temporal que el benefactor crea en la capacidad de armar desnates
del discípulo. Se trata de una premeditada y poderosa intrusión
artificial en la primera atención, con el objeto de empujarla más
allá de las apariencias que los desnates conocidos nos
presentan; esta intrusión se logra interrumpiendo el intento
del primer anillo de poder.
Don Juan decía que para llevar a cabo la
interrupción, el benefactor trata al intento
como lo que verdaderamente es: un
proceso, un flujo, una corriente de energía que eventualmente
puede detenerse o reorientarse. Una interrupción de esta naturaleza,
sin embargo, implica una conmoción de tal magnitud que puede
forzar al primer anillo de poder a detenerse del todo; una situación
imposible de concebir bajo nuestras condiciones normales de vida. Nos
resulta impensable que podamos desandar los pasos que tomamos al
consolidar nuestra percepción, pero es factible que bajo el impacto
de esa interrupción podamos colocarnos en una posición perceptual
muy similar a la de nuestros comienzos, cuando los mandatos del
Águila eran emanaciones que aún no imbuíamos de significado.
Don Juan decía que cualquier procedimiento que el
benefactor pueda cesar para crear esta interrupción, tiene que
estar íntimamente ligada con su poder personal, por tanto, un
benefactor no emplea ningún proceso para manejar el intento,
sino que a través de su poder personal lo mueve y lo pone al alcance
del aprendiz.
En mi caso, don Juan logró el bloqueo funcional
del primer anillo de poder mediante un proceso complejo, que
combinaba tres, métodos: ingestión de plantas alucinogénicas,
manipulación del cuerpo y maniobrar el intento
mismo.
En el principio don Juan se apoyó fuertemente en la ingestión
de plantas alucinogénicas, al parecer a causa de la persistencia
de mi lado racional. El efecto fue tremendo, y sin embargo
retardó la interrupción que se buscaba. El hecho de que las plantas
fueran alucinogénicas le ofrecía a mi razón la justificación
perfecta para congregar todos sus recursos disponibles para
continuar ejerciendo el control. Yo estaba convencido de que
podía explicar lógicamente cualquier cosa que experimentaba, junto
con las inconcebibles hazañas que don Juan y don Genaro solían
llevar a cabo para crear las interrupciones, como distorsiones
perceptuales causadas por la ingestión de alucinógenos.
Don Juan decía que el efecto más notable de las plantas
alucinogénicas era algo que cada vez que las ingería yo
interpretaba como la peculiar sensación de que todo en torno a
mí exudaba una sorprendente riqueza. Había colores, formas,
detalles que nunca antes había presenciado. Don Juan utilizó
este incremento de mi habilidad para percibir, y mediante una serie
de órdenes y comentarios me forzaba a entrar en un estado de
agitación nerviosa. Después manipulaba mi cuerpo y me hacía
cambiar de un lado al otro de la conciencia, hasta que había creado
visiones fantasmagóricas o escenas completamente reales con
criaturas tridimensionales que era imposible que existieran en este
mundo.
Don Juan me explicó que una vez que se rompe la
relación directa entre el intento y
los desnates que estamos construyendo, ésta ya nunca se puede
restituir. A partir de ese momento adquirimos la habilidad de
atrapar una corriente de lo que él conocía como "intento
fantasma", o el intento de
los desnates que no están presentes en el momento o en el lugar de
la interrupción, eso es, un intento que
queda a nuestra disposición a través de algún aspecto de la
memoria.
Don Juan sostenía que con la interrupción del
intento del
primer anillo de poder nos volvemos receptivos y maleables; un nagual
puede entonces introducir el intento del
segundo anillo de poder. Don Juan se hallaba convencido de que los
niños de cierta edad se hallan en una situación parecida de
receptividad; al estar privados de intento,
quedan listos para que se les imprima cualquier intento
accesible a los maestros que los
rodean.
Después de un periodo de ingestión continua de
plantas alucinogénicas, don Juan descontinuó totalmente su
uso. Sin embargo, obtuvo nuevas y aún más dramáticas
interrupciones en mí manipulando mi cuerpo y haciéndome cambiar de
estados de conciencia, combinando todo esto con maniobrar el
intento mismo.
A través de una combinación de instrucciones mesmerizantes y de
comentarios apropiados, don Juan creaba una corriente de intento
fantasma, y yo era conducido a
experimentar los desnates comunes y corrientes como algo
inimaginable. El conceptualizó todo eso como "vislumbrar
la inmensidad del Águila".
Don Juan me guió magistralmente a través de
incontables interrupciones de intento
hasta que se convenció, como vidente,
que mi cuerpo mostraba el efecto del bloqueo funcional del primer
anillo de poder. Decía que podía ver
una actividad desacostumbrada en mi
cascarón luminoso en torno al área de los omóplatos. La describió
como un hoyuelo que se había formado exactamente como si la
luminosidad fuese una capa muscular contraída por un nervio.
Para mí, el efecto del bloqueo funcional del primer anillo de
poder fue que logró borrar la certeza que toda mi vida había tenido
de que era "real" lo que reportaban mis sentidos.
Calladamente entré en un estado de silencio interior. Don Juan decía
que lo que le da a los guerreros esa extrema incertidumbre que su
benefactor experimentó a fines de su vida, esa resignación al
fracaso que él mismo se hallaba viviendo, es el hecho de que un
vislumbre de la inmensidad del Águila nos deja sin esperanzas. La
esperanza es resultado de nuestra familiaridad con los desnates y de
la idea de que los controlamos. En tales momentos sólo la vida de
guerrero nos puede ayudar a perseverar en nuestros esfuerzos por
descubrir lo que el Águila nos ha ocultado, pero sin esperanzas de
que podamos llegar a comprender alguna vez lo que descubrimos.
6. la segunda atención.
Don Juan me explicó que el examen de la segunda atención debe de
comenzar con darse cuenta de que la fuerza del primer anillo de
poder, que nos encajona, es un lindero físico, concreto. Los
videntes lo han descrito como una pared de niebla, una barrera que
puede ser llevada sistemáticamente a nuestra conciencia por
medio del bloqueo del primer anillo de poder; y luego puede ser
perforada por medio del entrenamiento del guerrero.
Al perforar la pared de niebla, uno entra en un vasto estado
intermedio. La tarea de los guerreros consiste en atravesarlo hasta
llegar a la siguiente línea divisoria, que se deberá perforar a fin
de entrar en lo que propiamente es el otro yo o la segunda
atención.
Don Juan decía que las dos líneas divisorias son perfectamente
discernibles. Cuando los guerreros perforan la pared de niebla,
sienten que se retuercen sus cuerpos, o sienten un intenso
temblor en la cavidad de sus cuerpos, por lo general a la derecha
del estómago o a través de la parte media, de derecha a izquierda.
Cuando los guerreros perforan la segunda línea, sienten un agudo
crujido en la parte superior del cuerpo, algo como el sonido de una
pequeña rama seca que es partida en dos.
Las dos líneas que encajonan a las dos atenciones, y que las sellan
individualmente; son conocidas por los videntes como las líneas
paralelas. Estas sellan las dos atenciones mediante el hecho de que
se extienden hasta el infinito, sin permitir jamás el cruce a no ser
que se les perfore.
Entre las dos líneas existe un área de conciencia específica que
los videntes llaman limbo, o el mundo que se halla entre las líneas
paralelas. Se trata de un espacio real entre dos enormes órdenes
de emanaciones del Águila; emanaciones que se hallan dentro de las
posibilidades humanas de conciencia. Uno es el nivel que crea el yo
de la vida de todos los días, y el otro es el nivel que crea el otro
yo. Como el limbo es una zona transicional, allí los dos campos
de emanaciones se extienden el uno sobre el otro. La fracción del
nivel que nos es conocido, que se extiende dentro de esa área,
engancha a una porción del primer anillo de poder; y la
capacidad del primer anillo de poder de construir desnates, nos
obliga a percibir una serie de desnates en el limbo que son casi
como los de la vida diaria, salvo que aparecen grotescos, insólitos
y contorsionados. De esa manera el limbo tiene rasgos
específicos que no cambian arbitrariamente cada vez que uno
entra en él. Hay en él rasgos físicos que semejan los desnates de
la vida cotidiana.
Don Juan sostenía que la sensación de pesadez que se experimenta
en el limbo se debe a la carga creciente que se ha colocado en la
primera atención. En el área que se halla justamente tras de
la pared de niebla aún podemos comportarnos como lo hacemos
normalmente; es como si nos encontráramos en un mundo grotesco pero
reconocible. Conforme penetramos más profundamente en él, más
allá de la pared de niebla, progresivamente se vuelve más difícil
reconocer los rasgos o comportarse en términos del yo conocido.
Me explicó que era posible hacer que en vez de la pared de niebla
apareciese cualquier otra cosa, pero que los videntes han optado por
acentuar lo que consume menor energía: visualizar ese lindero como
una pared de niebla no cuesta ningún esfuerzo.
Lo que existe más allá de la segunda línea divisoria es conocido
por los videntes como la segunda atención, o el otro yo, o el mundo
paralelo; y el acto de traspasar los dos linderos es conocido como
"cruzar las líneas paralelas".
Don Juan pensaba que yo podía asimilar este concepto más firmemente
si me describía cada dominio de la conciencia como una
predisposición perceptual específica. Me dijo que en el territorio
de la conciencia de la vida cotidiana, nos hallamos inescapablemente
enredados en la predisposición perceptual de la primera atención. A
partir del momento en que el primer anillo de poder empieza a
construir desnates, la manera de construirlos se convierte en
nuestra predisposición perceptual normal. Romper la fuerza
unificadora de la predisposición perceptual de la primera atención
implica romper la primera línea divisoria. La predisposición
perceptual normal pasa entonces al área intermedia que se halla
entre las líneas paralelas. Uno continúa construyendo desnates casi
normales durante un tiempo. Pero conforme se aproxima uno a lo
que los videntes llaman la segunda línea divisoria, la
predisposición perceptual de la primera atención empieza a
ceder, pierde fuerza. Don Juan decía que esta transición está
marcada por una repentina incapacidad de recordar o de comprender lo
que se está haciendo.
Cuando se alcanza la segunda línea divisoria, la segunda atención
empieza a actuar sobre los guerreros que llevan a cabo el viaje. Si
éstos son inexpertos, su conciencia se vacía, queda en blanco. Don
Juan sostenía que esto ocurre porque se están aproximando a un
espectro de las emanaciones del Águila que aún no tienen una
predisposición perceptual sistematizada. Mis experiencias con la
Gorda y la mujer nagual más allá de la pared de niebla era un
ejemplo de esa incapacidad. Viajé hasta el otro yo, pero no pude dar
cuenta de lo que había hecho por la simple razón de que mi segunda
atención se hallaba aún informulada y no me daba la
oportunidad de organizar todo lo que había percibido.
Don Juan me explicó que uno empieza a activar el
segundo anillo de poder forzando a la segunda atención a despertar
de su estupor. El bloqueo funcional del primer anillo de poder logra
esto. Después, la tarea del maestro consiste en recrear la condición
que dio principio al primer anillo de poder, la conclusión de
estar saturado de intento.
El primer anillo de poder es puesto en
movimiento por la fuerza del intento
dado por quienes enseñan a desnatar.
Como maestro mío él me estaba dando, entonces, un nuevo intento
que crearía un nuevo medio
perceptual.
Don Juan decía que toma toda una vida de
disciplina incesante, que los videntes llaman intento
inquebrantable, preparar al segundo
anillo de poder para que pueda construir desnates del otro nivel de
emanaciones del Águila. Dominar la predisposición perceptual
del yo paralelo es una hazaña. de valor incomparable que pocos
guerreros logran. Silvio Manuel era uno de esos pocos.
Don Juan me advirtió que no se debe intentar dominarla
deliberadamente. Si esto ocurre, debe de ser mediante un proceso
natural que se desenvuelve sin un gran esfuerzo de nuestra parte. Me
explicó que la razón de esta indiferencia estriba en la
consideración práctica de que al dominarla simplemente se vuelve
muy difícil romperla, pues la meta que los guerreros persiguen
activamente es romper ambas predisposiciones perceptuales para
entrar en la libertad final de la tercera atención.
Fragmento de EL DON DEL ÁGUILA de Carlos Castaneda